Después de tantos días de fiesta por fin los niños vuelven al cole. Y no es que no disfrute de ellos porque lo hago y mucho pero todas las que sois madres como yo, seguro que me entendéis. Tras tanto trasnochar, sin horarios fijos ni para comer ni dormir, la casa llena de juguetes (por cortesía de unos generosos, Papa Noel y Reyes Magos), y comilonas por doquier. Se agradece que todo vuelva a su cauce, es decir, la casa recogida porque los peques ya no están todo el día jugando y desordenando y ya tienen un horario fijo para las rutinas diarias.
Sin embargo, con esto también llega el estrés de combinar trabajo con los horarios escolares de nuestros descendientes, sus actividades extraescolares, y como no, la tonelada de deberes que traen después del cole y que de vez en cuando hay que explicar. Y sobre todo controlar que estudian para los múltiples exámenes que les esperan tras las vacaciones. Sin contar con las visitas médicas y de especialistas rutinarias.
Esta entrada es un homenaje a todas las que somos madres y hacemos malabares para compaginar trabajo y familia y ¿por qué no? A todos esos padres que por fin dejaron al Cromañón que llevan dentro para echar una mano en casa y ocuparse de nuestros hijos haciéndonos la vida más fácil y agradable.
¡Viva la conciliación! ¡Abajo el Cromañón!
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